LA TRILLA
Se denomina trilla al conjunto de operaciones que hay
que hacer en los cereales para desmenuzar la paja y separar el grano. También
era conocida como la época del verano en la que se realizaban estos trabajos.
De toda la vida las trillas se hacían en las eras, espacios circulares cercanos
al pueblo y expuestos al viento. En aquellos años, el cereal se segaba de los
campos a hoz y guadaña.
Los haces de mies atados con cuerdas, se transportaban a
la era en carros tirados por bueyes o vacas. Estos carros tenían
unos largos palos verticales en punta a izquierda y derecha, en donde se iban
clavando las gavillas de cereal y de esta manera iban sujetas, evitando
se cayeran por el balanceo del carro. Las mujeres trabajaban, con los hombres,
en las labores de la trilla. Vestían batas cómodas sobre las que anudaban el delantal, medias
gruesas en las piernas y en la cabeza pañuelo negro cubierto por un amplio
sombrero de paja.
Su ayuda consistía básicamente en cortar la cuerda de las
gavillas y disponer la cantidad precisa de mies encima de un tipo de escalera
rodante, que la acercaba a la boca de la trilladora, y de esta forma evitar que se atascara si se le daba
demasiado de “comer”. Por aquellos años casi todas las mujeres ayudaban en las
faenas del campo, y como la moda entonces era estar con la piel muy blanca,
evidencia que distinguía la mujer de la capital a la del pueblo, las mozas se
cubrían totalmente para evitar que les diera el sol y se pusieran morenas. ¡Qué
contrastes, como ahora!
En el periodo de las trilladoras, de las que estamos hablando, en
nuestro pueblo había dos trilladoras: la de los pobres y la de los ricos. La de
los pobres, era una máquina vieja a motor, inglesa de marca Ruston. Los
labradores ricos, tenían otra mejor y más moderna, marca Ajuria fabricada en
Vitoria. Los vecinos del pueblo se distribuían conforme a estas clasificaciones
para ejecutar sus labores en una u otra trilladora. La trilladora iba
recogiendo el grano en sacos y tirando la paja a un montón que se transportaba
en lo que se llamaba “mantas”. Estaban hechas de tela de saco tupido que se
ataban por las puntas. Se llevaban encima de los hombros, formando un gran
volumen, que los esforzados mozos tenían que subir hasta el pajar, realizando
verdaderos ejercicios de malabares y equilibrios.
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