ANÉCDOTAS
DE CURAS Y MONAGUILLOS:
Don José Luis Pascual fue un cura moderno
para su época. De carácter muy recto pero siempre pensando en la juventud. En
los bajos de su Casa Parroquial, organizó lo que se llamó el Centro Parroquial,
un lugar para reunirnos chicos y chicas donde compartir el ocio. Él adecentó el
local y lo pintó. Era un salón amplio, aireado por un ventanal; con chimenea,
que encendíamos en invierno para calentarnos, mesas, sillas y un billar.
Siempre nos advertía que tuviéramos cuidado con los palos del billar (tacos) y
que apuntáramos bien a la bola, pues en caso contrario haríamos jirones al
tapete verde. Ni que decir tiene que, a los pocos días de uso, ya estaba
rasgado. Se compró un magnetófono de bobina de los de época, marca Grundig,
donde se grababa los sermones que luego se
iban a escuchar en el templo. Los
domingos nos daba cine y vimos un montón de películas mudas de todos los astros
cómicos. En el tocadiscos que nos prestó, escuchábamos discos de vinilos
antiguos, pero nada de baile. Eso era tabú. Le puso sonido e iluminación a la
iglesia, repasó las grietas y pintó sus paredes. Incluso se atrevió con los
retablos del altar a los que también les dio una manita. Se preocupó de
preparar representaciones teatrales, nacimientos y cabalgatas. Entre sus obligaciones
pastorales, dio catecismo en la escuela, preparaciones de confirmaciones, comuniones
y misiones por la cuaresma con ejercicios espirituales de reconocidos oradores
y confesores.
En resumen, éste sí que
era un Sr. Cura.
Hay varias anécdotas de
este querido y recordado párroco a quien le pusieron el mote de “Pistolas”,
entre otras, éstas:
A la salida de celebrar
una misa y cuando se iba para La Casa Parroquial donde tenía su vivienda, unos
muchachos le mearon desde el campanario y tuvieron tal acierto que lo dejaron
perdido. Los reniegos fueron grandes ya que, el miró al cielo de donde caía el
líquido, y vio a los mocetes en el campanario con las manos en el “tubo de
riego”.
En otra ocasión,
acudieron os feligreses a la iglesia a oír la Santa Misa y les dijo que no iba
haber misa, pues la parroquia no tenía dinero ni para pan, ni para vino, ni
para hostias. Pero la misa se celebró. Quería decirles, de esta forma tan
clara, que sus limosnas no cubrían los gastos.
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