SEMANA SANTA- El fervor religioso se manifestaba en estas
fechas de una manera muy peculiar. Antes de que diera comienzo la Semana Santa,
el párroco del pueblo organizaba unos “ejercicios espirituales” con reconocidos oradores y confesores. Las
imágenes de la iglesia se tapaban con un paño negro o morado desde el viernes
santo al domingo de resurrección en que se descubrían. Cuentan los mayores que
hubo un tiempo en que se preparaba lo que se daba en llamar “el monumento”, que
era ni más ni menos que un tablado vertical que colgaba con una soga desde el
techo o el tejado, a modo de cortina y que tapaba todo el frente del altar.
Esos días no se tocaban las campanas. Para
anunciar los oficios se usaban las llamadas ca“carracas” o “carraclas”,
instrumentos de percusión consistentes en una caja de madera, un cilindro
giratorio con dientes o clavijas y unos mazos que golpeaban la caja. Los niños
se paseaban por el pueblo tocándolas y armando buen estruendo. Dentro de la
iglesia, las campanillas, también eran sustituidas por estos armatostes.
LA BULA- Era la
dispensa que por escrito, y previo pago de una pequeña cantidad, concedía el
Sr. Cura Párroco a las personas que estaban enfermas o delicadas para poder
comer carne en la Cuaresma.
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